jueves, 9 de febrero de 2023

RELATO SOBRE RELATO - EN EL TREN

Uno de los ejercicios de escritura que hemos propuesto a nuestros alumnos consistía en continuar un texto de algunos de los autores que estudiamos en literatura y proponer con ello un final alternativo, de creación propia. A continuación leemos el cuento original del autor Leopoldo Alas "Clarín", titulado "En el tren":

En el tren, Leopoldo Alas “Clarín”

Leopoldo Alas, "Clarín"
El duque del Pergamino, marqués de Numancia, conde de Peñasarriba, consejero de ferrocarriles de vía ancha y de vía estrecha, ex ministro de Estado y de Ultramar… está que bufa y coge el cielo… raso del coche de primera con las manos; y a su juicio tiene razón que le sobra. Figúrense ustedes que él viene desde Madrid solo, tumbado cuan largo es en un reservado, con que ha tenido que contentarse, porque no hubo a su disposición, por torpeza de los empleados, ni coche-cama, ni cosa parecida. Y ahora, a lo mejor del sueño, a media noche, en mitad de Castilla, le abren la puerta de su departamento y le piden mil perdones… porque tiene que admitir la compañía de dos viajeros nada menos: una señora enlutada, cubierta con un velo espeso, y un teniente de artillería.

¡De ninguna manera! No hay cortesía que valga; el noble español es muy inglés cuando viaja y no se anda con miramientos medievales: defiende el home de su reservado poco menos que con el sport que ha aprendido en Eton, en Inglaterra, el noble duque castellano, estudiante inglés.

¡Un consejero, un senador, un duque, un ex-ministro, consentir que entren dos desconocidos en su coche, después de haber consentido en prescindir de una berlina-cama, a que tiene derecho! ¡Imposible! ¡Allí no entra una mosca!

La dama de luto, avergonzada, confusa, procura desaparecer, buscar refugio en cualquier furgón donde pueda haber perros más finos… pero el teniente de artillería le cierra el paso ocupando la salida, y con mucha tranquilidad y finura defiende su derecho, el de ambos.

-Caballero, no niego el derecho de usted a reclamar contra los descuidos de la Compañía… pero yo, y por lo visto esta señora también, tengo billete de primera; todos los demás coches de esta clase vienen llenos; en esta estación no hay modo de aumentar el servicio… aquí hay asientos de sobra, y aquí nos metemos.

El jefe de la estación apoya con timidez la pretensión del teniente; el duque se crece, el jefe cede… y el artillero llama a un cabo de la Guardia civil, que, enterado del caso, aplica la ley marcial al reglamento de ferrocarriles, y decreta que la viuda (él la hace viuda) y su teniente se queden en el reservado del duque, sin perjuicio de que éste se llame a engaño ante quien corresponda.

Pergamino protesta; pero acaba por calmarse y hasta por ofrecer un magnífico puro al militar, del cual acaba de saber, accidentalmente, que va en el expreso a incorporarse a su regimiento, que se embarca para Cuba.

-¿Con que va usted a Ultramar a defender la integridad de la patria?

-Sí señor, en el último sorteo me ha tocado el chinazo.

-¿Cómo chinazo?

-Dejo a mi madre y a mi mujer enfermas y dejo dos niños de menos de cinco años.

-Bien, sí; es lamentable… ¡Pero la patria, el país, la bandera!

-Ya lo creo, señor duque. Eso es lo primero. Por eso voy. Pero siento separarme de lo segundo. Y usted, señor duque, ¿a dónde bueno?

-Phs… por de pronto a Biarritz, después al Norte de Francia… pero todo eso está muy visto; pasaré el Canal y repartiré el mes de Agosto y de Septiembre entre la isla de Wight, Cowes, Ventnor, Ryde y Osborn…

La dama del luto y del velo, ocupa silenciosa un rincón del reservado. El duque no repara en ella. Después de repasar un periódico, reanuda la conversación con el artillero, que es de pocas palabras.

-Aquello está muy malo. Cuando yo, allá en mi novatada de ministro, admití la cartera de Ultramar, por vía de aprendizaje, me convencí de que tenemos que aplicar el cauterio a la administración ultramarina, si ha de salvarse aquello.

-Y usted ¿no pudo aplicarlo?

-No tuve tiempo. Pasé a Estado, por mis méritos y servicios. Y además… ¡hay tantos compromisos! Oh, pero la insensata rebelión no prevalecerá; nuestros héroes defienden aquello como leones; mire usted que es magnífica la muerte del general Zutano… víctima de su arrojo en la acción de Tal… Zutano y otro valiente, un capitán… el capitán… no sé cuántos, perecieron allí con el mismo valor y el mismo patriotismo que los más renombrados mártires de la guerra. Zutano y el otro, el capitán aquél, merecen estatuas; letras de oro en una lápida del Congreso… Pero de todas maneras, aquello está muy malo… No tenemos una administración… Conque ¿usted se queda aquí para tomar el tren que le lleve a Santander? Pues ea; buena suerte, muchos laureles y pocos balazos… Y si quiere usted algo por acá… ya sabe usted, mi teniente, durante el verano, isla de Wight, Cowes, Ryde, Ventnor y Osborn…

El duque y la dama del luto y el velo quedan solos en el reservado. El ex-ministro procura, con discreción relativa, entablar conversación.

La dama contesta con monosílabos, y a veces con señas.

El de Pergamino, despechado, se aburre. En una estación, la enlutada mira con impaciencia por la ventanilla.

-¡Aquí, aquí! -grita de pronto-; Fernando, Adela, aquí…

Una pareja, también de luto, entra en el reservado: la enlutada del coche los abraza, sobre el pecho de la otra mujer llora, sofocando los sollozos.

El tren sigue su viaje. Despedida, abrazos otra vez, llanto…

Quedaron de nuevo solos la dama y el duque.

Pergamino, muerto de impaciencia, se aventura en el terreno de las posibles indiscreciones. Quiere saber a toda costa el origen de aquellas penas, la causa de aquel luto… Y obtiene fría, seca, irónica, entre lágrimas, esta breve respuesta:

-Soy la viuda del otro… del capitán Fernández.

* * * 

A partir de aquí, continúa nuestro alumno Anass Serroukh, del Nivel 2 BT:

II

Hacía ya dos horas que había bajado el Teniente a la estación donde aguardaría el transbordo del tren que le acarrearía a Santander, sí, acarrearía… Tal palabra para tal viaje, ya que en el sentimiento del Teniente tenía en mente a su familia y el daño que ocasionaba en la misma la dichosa consigna de la Patria que le ordenaba a Ultramar.

Según pasaban las horas el andén iba mermando en bullicio hasta verse el Teniente acompañado tan solo por su sombra bajo un sol abrasador, pues bien se sabe que en Castilla es donde se fabrica el frío y también deben fabricar con vehemencia el calor pensó el Teniente. Eran ya las tres de la tarde y aún faltaban cinco horas para el tren de Santander, ante tal soledad se aguardó bajo un nogal para recibir su sombra y no desfallecer bajo el sol de Castilla, de repente empezó a hacer mella en él dicha soledad y es que el ser humano es así… Empezó a sumergirse entre sudores en sus pensamientos y a hacer cábalas con la bonita empresa que le aguardaba como Teniente, tanta era la gloria que imaginaba que en una montaña rusa de emociones le voló de un plumazo tanta quimera, la causa de tal hecho era la conversación que tuvo en el tren anterior con la viuda, aprovechando que el Duque de Pergamino acudió al sanitario entablo conversación con la viuda.

-Señora, perdone mi imprudencia ¿Por qué usted tan callada? No ha de ser nadie muy sagaz para entender que su vestimenta manifiesta la muerte de un ser querido. Siento la desgracia.

La viuda miró por la ventana y suspiró tan profundo que empaño el pardo paisaje que aguardaba trás el cristal, según iba desapareciendo el vaho veía en el mismo reflejada la cara del teniente que aguardaba ávido una respuesta.

-Señor, me mantengo callada en este rincón porque no quiero molestar, pero ya que usted me pregunta… Algo le diré, discreta soy pero en este rincón anduve absorta a la conversación que mantienen usted y el Duque, ¿Usted va a la guerra verdad?

-¡Así es! Mi patria me necesita.

-¿Y no es menester su familia? supongo que unos niños de no más de cinco años y una madre y mujer enfermas le necesitarán, necesitarán a su padre, su esposo, a su hijo, a su pilar. ¿No le dolió la despedida?

En ese momento el Teniente se arrepintió por un momento de haber entablado conversación con la viuda, ya que ante él, se encontró con preguntas comprometedoras y no con las respuestas que su curiosidad buscaba. Obligado a contestar afligido por la tez aciaga de la viuda, contestó algo que si estuviera en presencia el Duque el ego de su hombría no le habría dejado manifestar.

-Muy señora mía, anoche me levanté de la cama y marché sin despedirme, dejando detrás de mí un olor a culpa… Me negué a una despedida porque los ojos vidriosos de mi madre y mi mujer enfermas habrían hecho mella en mi corazón, haciéndole revelar, declarándose así apátrida, se imagina usted… Un teniente de tal calibre declarándose insumiso… ¡Qué vergüenza! Patria y compromiso Señora, la causa es la causa y hay que comérsela aunque resulte amarga para el alma.


-No cree usted Teniente que mayor vergüenza y perdóneme mencionarla, tendría su mujer si usted no vuelve de Ultramar, tener que explicarle a sus hijos que su padre no volverá, no me malinterprete Teniente no quiero atraer a la mala fortuna... ¡Que Dios le libre de los balazos y la mala sangre! pero si usted no vuelve, qué será de su familia… Su mujer y su madre quedarán afligidas y sus almas inmersas en un sempiterno réquiem por usted…  Y sus hijos aunque cada día tengan la suerte de llevarse algo a la boca, sus estómagos quedarán famélicos de los sueños que tienen por cumplir con usted a su lado.
-Señora, es mi obligación como padre y marido acudir al llamamiento de mi patria.

-¿Qué es la patria? Mi teniente, tanto usted como yo sabemos que lo que ustedes entienden por patria es ingrata… Todos los que ponderan la patria se alejarían de tal delirio sin dudar si supieran lo que aguarda esa quimera, que es sin más una caja de Pandora donde nadie saldrá a buen recaudo, al final el pueblo cubano defiende su patria también y van contra ellos…

Se notaba que las palabras que espetaba la viuda con más dolor que rabia hacían mella en el semblante del Teniente. Rápidamente lo notó la señora y sin ánimo de rebajar el sentimiento de sus palabras dijo;

-Teniente, deje usted de manifestar ese amor a la patria, la patria me hizo viuda, a mis hijos les hizo huérfanos de padre, esa patria infausta que tanto les llena la boca de engreída hombría dejó a mi suegra si su único hijo varón. Y ahora aprovechando que no está ante nosotros… ¿Qué decir del Duque? Se le llena la boca de patriotismo desde la comodidad de su estamento… Incluso osa nombrar la muerte de…

En ese momento la viuda volvió a echar un vistazo por la venta y suspirar con los ojos vidriosos…

-Señora… ¿La muerte de…?

-Teniente, de mi marido… De mi difunto marido… El otro… ¡El otro tiene un nombre el Sr. Fernández! ¡No cree usted! ¡El otro dice el Duque! El otro tiene un nombre… Y tiene una mujer, unos hijos, unos padres… ¡Y ahora nosotros qué tenemos! ¿Una estatua con letras de oro? Señor yo no necesito una estatua, mis hijos no necesitan una estatua… Necesitan a su padre y su padre ya no está… ¡Y todo por la patria! Abriría un boticario lleno de ungüentos y vendajes y aún así no decrecería el dolor de la familia por la pérdida de mi esposo.
El Teniente mientras escuchaba las palabras de la señora iba sintiendo por dentro el peso de la culpa, tanto que hizo mella en su semblante… Solamente pudo decir….

-Señora, mis condolencias…

-No necesito sus condolencias Teniente, necesito que entre en razón antes de que sea tarde… Permítame decirle que usted está equivocado Teniente, ¡despabílese! ¡despabílese Señor! Solo en el nuevo mundo, en Ultramar, se dice que mueren 500 patriotas por día ¡despabílese! despabílese que de tanto abrazar a lo que ustedes llaman patria el horror abrazará sus hogares.

Prosiguió la viuda aprovechando la ausencia del Duque;

 -Como osan desde la comodidad de su cartera que no es más que un lujoso despacho mandar a padres de familia a la guerra contra nuestros hermanos, al fin y al cabo el pueblo cubano es hispano como nosotros y aunque no lo fuera, son humanos y para mí eso ya es suficiente. Les aleccionan de moral y patriotismo cuando en Ultramar el pueblo cubano defiende lo mismo, y usted mi Teniente tiene una mujer con la que envejecer y unos niños que necesitan de su padre para un buen crecer. La única patria es la que abarcan sus manos Teniente, sí, la única patria digna es la que abarcan sus manos.

Acto seguido la viuda presintió la vuelta del Duque por la sombra que aguardaba detrás de la opaca puerta del departamento, hecho que hizo que volviera a ponerse el velo y aguardar en silencio en su rincón.

La conversación con la viuda no había dejado indiferente al Teniente que intentó disimular la ofuscada cara que le habían esbozado las palabras de la viuda, ante la presencia del Duque intentó disimular buscando una nueva conversación con él y así distraerse de los pensamientos que en su mente transitaban…

III

Eran ya casi las cinco de la tarde y el teniente despertó perezoso de la siesta bajo el nogal, pensó en dar un paseo por la estación y así estirar las piernas, una vez despejado los pensamientos de los que escapó en la siesta volvieron a alcanzarle… No dejaba de mirar el horizonte inmerso en su reventón mental, cualquiera que le viera ahí en en el andén de pie pensaría que estaba absorto por el atardecer y la realidad distaba mucho de aquello, más que presenciar el silencioso descenso del sol estaba teniendo dentro de sí una batalla interna llena de preguntas… ¿Quién está en lo cierto? Dime ¿Quién? Se preguntaba a sí mismo… ¿El que cuida lo que ya es suyo o el que vive persiguiendo? Tal era su introspección que el expreso de las 5 sin parada en la estación le despeinó al pasar a dos palmos de su cara y él ni inmutose ante tal acontecimiento que a otro cualquiera le habría hecho retroceder tan solo con el bocinazo que zumbó el maquinista…

Ahí yacía en la estación absorto en sus pensamientos, en la conversación que tuvo con la viuda hasta que dos petirrojos con su canto quebrantaron el silencio que había dejado tras de sí el expreso de las cinco, silencio que ceñía la estación y esos armónicos cantos devolvieron al Teniente a la realidad, los cánticos fueron barajando con el bullicio que volvía a los andenes por la espera del tren de las ocho, el tren que le llevaría a Santander y aunque aún faltaban dos horas la gente diligente llegaba a la estación con un par de horas de antelación ya que dicho tren transitaba solamente dos veces por semana y faltar a la puntualidad era perder el viaje con lo que ello conlleva.

Entre la gente que se empezaba a apelotonar en el andén destacaba la presencia de un reo, esposado de pies y manos y custodiado por un Guardia Civil, hombre curioso el teniente y como con la viuda se acercó para placer las preguntas que su curiosidad manifestaba, y así le preguntó al custodio;

-Buena tarde señor.

-Buena tarde.

-Espero que no le enoje mi pregunta. ¿Este reo viajará en el tren de las ocho que dirige a Santander?

-Así es buen señor, este reo viajará a Santander y es más, ahí le espera un navío y para viajar a Ultramar, suerte tuvo este reo ya que estaba condenado al paredón y por la falta de efectivos en el frente le mandan a combatir. ¡A combatir por su patria! Dijo con la boca llena de orgullo. Mire usted, de estar condenado a un balazo en el pecho a proteger a su madre patria. ¿Verdad reo?
El reo se limitó a mirar con resentimiento y asintiendo con una mordaz sonrisa.

-¡Qué dulce casualidad! Yo soy Teniente del navío que zarpa mañana de Santander a Ultramar.
-¡Sí señor! Ya le veía yo a usted un buen señor, un hombre de los pies a la cabeza, un verdadero patriota reconoce a otro según le ve.

Ambos tertuliaron durante una hora, ya que repararon en que tenían colegas en común tanto en la guardia como en la artillería, hecho que unido al patriotismo que ambos manifestaban les hizo sentirse como amigos de la infancia.
Aprovechando dicha conexión patriótica y con avergonzada voz el guardia dijo;

-Perdone Teniente mi desvergüenza. Me han encomendado custodiar al reo hasta el puerto de Santander y tengo a mi mujer embarazada en casa a punto de salir de cuentas… Le repito que perdone mi desvergüenza pero como buen señor y buen padre que es usted entenderá lo que le voy a postular.
-¡Claro! Usted dígame, sin tapujos adelante
-Señor, confiando en su distinción como Teniente y con la casualidad por delante de que este reo emprende viaje en su navío, podría usted hacerme el gran beneficio de llevarle hasta su destino… Como ya le dije mi señora está a punto de…

El Teniente ni le dejó terminar la frase;

-¡No se preocupe usted! Marche sin más dilación amigo y cuide de su señora.

El guardia le entregó al teniente las llaves de las cadenas del reo y el petate donde almacenaba los mendrugos de pan y el botijo de agua que le correspondía al reo por nutrición y marchó marcha atrás dando las gracias a cada pasó que se alejaba.

IV

Tan solo quince minutos para embarcar hacía Santander y ahora el Teniente se sostenía perspicaz ante la petición del guardia y cualquier percance que pudiera dificultar dicha labor, estaba trenzado de brazo con el reo para dificultar cualquier ensayo de posible huida, tanta proximidad era incómoda y para mermar dicha sensación el Teniente que se ve que tenía alma de corresponsal le preguntó al reo;

-¿Y usted cómo se llama? Ya que tenemos que permanecer a la par durante más de un día que menos que conocer su apelativo.

-Rafael.

El teniente esperaba la misma pregunta por parte del reo pero simplemente se limitó a esa escueta respuesta y volvió a permanecer callado, hasta que murmuró algo para sus adentros al ver a una pareja despidiéndose de manera conmocionada en el andén. Esa coyuntura era suficiente para que el Teniente propusiera un nuevo amago de conversación;

-Cinco minutos para embarcar Rafael, ¿no anda impaciente por servir a su patria?

-Sí… Impaciente…

-No lo dice muy convencido.
-¿Qué otra opción tenía? la liberación como militar en Ultramar o el yugo hasta mi muerte…

-Hombre… La patria tiene algo que ver en su desenlace, le tiene que estar usted agradecido.

Gritó con voz rasgada mientras apretaba los puños…

Soldado de la guerra de Cuba

-¡La patria es un invento que perjudica a los de siempre! La patria, la patria, la patria, siempre la patria llena sus bocas de orgullo… Cuando el corazón vence a la patria el necio se convierte en sabio, y el sabio está concentrado en lo trascendente mientras que el necio está distraído en el ruido del vulgo… Por eso al final el necio se tatúa en la piel la protervia mientras que el sabio tatúa en el alma de la humanidad…

Lejos de ofenderse el Teniente relajó el ímpetu con el que sostenía las cadenas del reo y le dijo;

-Rafael, dígame usted… Condenado al paredón y no le veo feliz por la libertad que le aguarda en Ultramar, después de su provecho a la patria quedará usted libre. ¿Qué es lo que le martiriza? ¿Acaso el motivo por el que le condenaron? ¿Qué ha hecho para acabar así?

-¿Acaso importa?

-Sí, claro que importa. Soy su amparo ahora mismo y tendría que saber con qué clase de persona estoy viajando.

-A los procesados como yo nos mandan al frente como carne de cañón, mi provecho será abonar las tierras de Cuba y si tal prodigio consigo de conservar la vida nunca podré volver a mi tierra, ya que la condición de mi libertad está ligada únicamente al los Imperios de Ultramar.

-No esquive mis preguntas ¿Por qué le condenaron a muerte?  
-Busque en usted una respuesta válida para todas sus preguntas y la que más le satisfaga quédese con ella…

Ante la respuesta del reo el silencio entre ambos volvió a abrirse paso entre la algarabía del gentío que admiraba la entrada del tren de las ocho.

V
Prisionero (Goya)

En poco pensó el Teniente al aceptar el cometido del hecho de que al tener que custodiar al reo viajaría en bodega, alejado de los convenientes vagones que reservan a los civiles. Lejos de incomodarse se acomodó con el reo del brazo en un rincón donde unos baúles les hacían de asiento y unas barricas de mesa.

-Las ocho pasadas Rafael, tendremos que cenar antes de que las ratas que merodean por esta bodega nos desvalijen los petates.

Dijo el Teniente buscando una sonrisa del reo que nunca llegaría.

Entonces el Teniente procedió a desacoplarse del brazo las cadenas que le unían al reo y las aseguró a un barrote de hierro que provenía del forjado del vagón, así tenía al reo controlado mientras procedía a sacar los comestibles para la cena, una vez los alimentos encima de uno de los barriles desacopló del barrote las manos del reo y fijó la cadena pie con pie consigo mismo.

Continuará....

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