martes, 24 de mayo de 2022

MI GRAN AMOR

Ana Pilo, alumna de Nivel 2, ha querido compartir con nosotros este relato de su autoría:

* * * * * 

Y allí estaba yo, sentada en el borde de la acera, pegada al jardín, y debajo de la sombra del árbol que había. Disfrutando de ese momento, como si el tiempo se hubiera detenido para mí. 

Llevaba conduciendo tres horas. En pleno verano. Venía de Málaga y me dirigía a Madrid. Es curioso, salí de Madrid hace una semana, huyendo de mi vida. Creía que esa soledad buscada me enseñaría el camino a seguir o me daría fuerzas para afrontar mi realidad, y reconstruir mis cimientos…. Pero sigo igual. ¡No he encontrado nada! 

Huía de una relación sentimental sin sentido, de una vida vacía. Una relación sin reciprocidad, nunca encontré apoyo. Sentía que todo lo hacía mal. Creo que hasta me manipulaba. Cada día me sentía más sola y vulnerable. Incluso por mi interés de mantener viva la “llama del amor”. ¡Mi agonía ha durado tanto! Tuve que ser valiente, y decir un día; ya no puedo más. Mirar de frente al miedo y a lo desconocido. Decir adiós. 

Con el tiempo detenido para mí, me relajo en el borde sentada, con un bocadillo y un refresco recién comprado en la estación de servicio en la que he parado para echar gasolina. Estoy tranquila y me relajo. Lo disfruto. 

Después de un rato, a lo lejos, veo algo escondido, entre los arbustos, me observa, me mira… Por fin sale de su escondite, y viene hacia mí. Miro hacia los lados, buscando a alguien más de su interés, pero no hay nadie más, sólo yo. ¡Viene hacia mí! Estoy nerviosa, tengo miedo, desconozco sus intenciones. No le miro, disimulo, pero eso no hace que se detenga. 

Por fin, se pone delante de mí, quieto. No hace nada. Poco a poco levanto la cabeza para mirarle. ¡Es un perro imponente! Sigo con miedo y nerviosa, yo no hago nada, sigo quieta, vuelvo a mirarle. Me fijo más, tiene una mirada muy noble, sincera. Él permanece quieto como yo. Pasa un rato, supongo que nos vamos fiando el uno del otro. Nos vamos acostumbrando a la compañía. Saco valor y le acaricio. Él responde amable, le vuelvo a acariciar. Le observo bien y veo que que no tiene buen aspecto, parece callejero. Le ofrezco mi bocadillo, al principio come con desconfianza, pero según va comiendo, más quiere. Me pide. Le noto a gusto, agradecido. Se sienta a mi lado. Me toca la mano con su hocico húmedo. Confieso que me encanta. Yo lo acaricio una y otra vez. El mueve su rabo con alegría y con más energía cada vez. Nos hemos hecho amigos. No quiero que este momento termine. Me siento cómoda, feliz. No tengo ganas de continuar mi viaje, sólo quiero seguir ahí con él. Desconocía que podía existir esa relación con un perro. Yo nunca tuve uno. Hemos creado un vínculo, algo en mí ha cambiado, ha crecido un sentimiento nuevo, desconocido. Y lleno de esperanza. Quiero estar con él. Algo me dice que tengo que protegerlo y cuidarlo. Pero... cómo... Estoy nerviosa. Tengo que pensar en cómo cambiaría mi vida, sería una responsabilidad. 

Le miraba y le miraba, y al fin tuve claro que no lo podía dejar allí, en la gasolinera, en medio de ninguna parte y a su suerte. Tomé una decisión; me lo llevaré conmigo a Madrid. Estoy eufórica. Monté al perro en el coche. 

Él va a ser mi camino, mi enseñanza en la vida, lo que andaba buscando cuando estaba perdida. Y la vida te enseña que cuanto más buscas, menos encuentras, y que en cualquier momento, sin esperarlo, puede aparecer “tu gran amor” de muchas formas distintas y sin que te dé tiempo a pensarlo.

¡Mi futuro va a ser diferente!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas destacadas