¿Los sueños se cumplen?
Puede
que te hayas hecho esta pregunta en alguna ocasión. Para mí, en
respuesta a la pregunta "¿algún día seré recompensada por mi
esfuerzo?", la respuesta es rotunda: sí.
Crónica de un viaje no anunciado:
Lunes 1 de mayo de 2023, Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas,
04:00h. Era la primera vez que iniciaba un vuelo sin el abrigo y el
cobijo de mi familia y amigos. Mi cuerpo entero temblaba y mis manos
transpiraban de nerviosismo. Pero todos mis temores desaparecieron
cuando todo el "team" Erasmus nos hicimos la primera
fotografía antes de comenzar el viaje. EL VIAJE. Así, en mayúsculas y
subrayado, como cuando uno quiere gritar de alegría y contagiar todo
lo que le rodea.
Fue un vuelo magnífico, para algunos su primer vuelo, lleno de
emociones, miedos e incertidumbres, pero siempre con una sonrisa y
apoyándonos los unos a los otros. Aterrizamos unas horas después en
el aeropuerto de Sofía (Bulgaria), donde nos esperaba un amabilísimo
conductor apodado por nosotros como "Sancho". Él nos
trasladó en un cómodo minibús hasta nuestro destino: Skopje,
capital de Macedonia del Norte. Durante el trayecto, me di cuenta de
la diferencia de vida en su "Europa" con respecto a la
nuestra. Me llamó mucho la atención que a lo largo de todo el
camino había muchos garajes simulando talleres, donde los vehículos
esperaban a ser europeos de "primera". Otro detalle a
destacar del recorrido hasta mi destino fue el color de sus montañas.
Tenía el abanico de verdes más bonito, amplio y singular que puedas
imaginar, un contraste brutal con Skopje, una ciudad que podríamos
denominar "la ciudad de las grandes estatuas grises".
Al alojarme, me cercioré de que los hoteles de 4* en Skopje nada
tienen que ver con la misma calificación que en nuestro país. Para
igualarla, podría decir que está en concordancia con los
innumerables hostales de nuestra red de carreteras, nada que ver con
los hoteles de 4* de nuestra costa, donde el todo incluido es eso, un
todo incluido, también con las vistas de un precioso color azul
mediterráneo. Desde las mías, lo único que se divisaba era una
gran mole gris, del que en algún momento fue un edificio, quedando
en la actualidad, simplemente su esqueleto. Uno de tantos y tantos
que aún permanece en la ciudad recordando lo que fue en su día y lo
que la tragedia les legó. Nunca nos explicaron si era huella de las
guerras continuas o del enorme terremoto de 1963, donde se destruyó
más del 70% de la ciudad. A día de hoy, el reloj de la antigua
estación de ferrocarril sigue parado justo en el momento en el que
se produjo el terremoto, las 5:17h.
Conocer sus rincones fue como viajar al pasado, por un entramado de
callejuelas que te adentra en el antiguo Bazar del barrio turco. El
olor y el sabor del café recién elaborado quedarán impregnados en
mí por mucho tiempo. El esplendor de sus escaparates, mostrando más
que una zona de carga compras, una recreación de una escena de
Bollywood. Para llegar a esta zona de la ciudad, había que cruzar el
puente de piedra sobre el río Vardar. En esos momentos, me daba más
cuenta de lo que significan las palabras determinación y
probabilidad. ¿Qué niño de los que me cruzaba estaba determinado a
terminar siendo mendigo de por vida? ¿Tenía la más mínima
probabilidad de pertenecer a una simple clase media que allí ni
siquiera existe? Ojalá la matemática y la suerte estuvieran de su
parte, pero, muy a mi pesar, esta materia es una ciencia exacta.
Todas las visitas fueron engrandecedoras para mí: la casa de María
Teresa de Calcuta, un pequeño templo donde se respiraba paz; el
museo de la ciudad, unas imágenes de cera que transmitían dolor; el
museo de arte contemporáneo, desde donde las vistas de todo el
entorno no podían ser más espectaculares. Pero hubo dos excursiones
que resaltaré por encima de las demás: la visita a la Cruz del
Milenio, para llegar a ella, tuve que superar una vez más uno de mis
miedos, y así fue, me armé de valor y dejé atrás mi miedo a la
altura, como un símil al teleférico donde iba subida, dejando atrás
Skopje y así conseguir alcanzar la cima, como si de un ochomil se
tratase. La última visita que quiero relatar, y no por última,
menos importante, sino todo lo contrario, fue navegar por el Canyon
Matka. Intuía que el paisaje sería espectacular, pero realmente ese
adjetivo se queda muy corto. El entorno era asombroso, el color del
agua contrastaba con el verde brillante de las montañas que con el
paso del tiempo han sido erosionadas dejándonos esta maravilla de
lugar. El paseo fue tan grato y tan especial que incluso mi emoción
recorrió mis mejillas en forma de lágrimas.
Estos
últimos párrafos los dedicaré tanto al tema humano como académico.
La formación recibida en el Erasmus estaba enfocada en ampliar
conocimientos informáticos, tanto el profesorado como el temario era
magnífico. Cabe destacar la profesionalidad de los maestros, ya que
a pesar de que mi inglés era básico, hacían lo imposible para
poder entenderme, y mira que se lo puse difícil, pero el idioma de
la sonrisa es universal y con esto se recorre el mundo. Otro momento
memorable fue la visita a la casa de Europa donde se presentaba un
libro de la escritora española Carla de La Lá y donde tuve el
placer de conocer y saludar personalmente al embajador español. De
nuevo, el nudo del pecho se convirtió en emoción.
Por
último, quiero trasladar mi cariño a todos y cada uno de mis
compañeros por su trato hacia mí. Ahí va mi equipo: los chicos,
Víctor siempre con su amplia sonrisa, César a la par, nuestro
cantaor y editor de vídeos, Samuel el gran descubrimiento y "Erasmus
revelador" y Giovanni amable, colaborador y "nuestro capo"
particular. ¿Qué decir de mis chicas, que sin conocerlas, hemos
formado el mejor equipo jamás formado? Hemos llorado de emoción al
igual que reído hasta no poder más, quedando pendiente otra ronda
en cualquier Chocolate House. Sin ellas nada hubiera sido igual.
Noelia, una gran mujer y con un magnífico futuro por delante. Mamen
mi primera mano en el avión, nunca olvidaré esa unión. Hada,
simplemente una Diosa, mágica como su nombre y por último Raquel,
nunca olvidaré nuestro vuelo de regreso; mi mejor vuelo.
Gracias
a Cristina y Raquel por ser las mejores tutoras que podríamos haber
tenido.
Toda
esta narración no hubiera sido posible sin el apoyo y confianza de
todos y cada uno de mis profesores.
AGRADECIDA
ETERNAMENTE
Yolanda
Santos, N2 BT