Publicada en 1914, "Niebla" es posiblemente la novela –o nivola, según la terminología unamuniana–más destacada de Unamuno; con ella comenzó a afianzar su concepción de la novela como una aproximación filosófica a la realidad.
SINOPSIS
Niebla trata sobre un hombre, Augusto, preso del enamoramiento y el engaño hacia una mujer, Eugenia, a la que persigue por la calle para adivinar todo sobre ella.
Tan perdido se ve que va en busca de su amigo Víctor, el que le ayuda y además ahora le ha dado por escribir novela o… nivola.
Desde la muerte de su madre, Augusto y su perro Orfeo viven de una extraña manera la vida, donde Augusto no para de plantearse su existencia en forma de monólogos.
OPINIÓN PERSONAL
Una novela maravillosa, me ha encantado, la manera de escribir de Unamuno en forma de diálogos es muy buena. Este libro me ha hecho sonreír mucho, es divertido.
Una obra plagada de reflexiones filosóficas, sobre la vida, la existencia, el amor, los celos, etc. Una novela con un tremendo uso de la ironía y el humor.
Qué manera mas excelente de escribir, qué maravillosa imaginación, cómo ha jugado con la filosofía y la ficción. Libro lleno de sentimientos: Soledad, incertidumbre, apatía, miedos, amor y ternura por parte del protagonista.
Me encantó poder conectar con los personajes y entender a cada uno de ellos. Un libro cortito, ameno, con el que pasar una tarde de domingo acompañada de una excelente lectura.
MIS FRAGMENTOS FAVORITOS
(No pude elegir solo uno, los hay muy buenos por todo el libro)
I.
Esta es la revelación de la eternidad, Orfeo, de la terrible eternidad. Cuando el
hombre se queda a solas y cierra los ojos al porvenir, al ensueño, se le revela el abismo
pavoroso de la eternidad. La eternidad no es porvenir. Cuando morimos nos da la
muerte media vuelta en nuestra órbita y emprendemos la marcha hacia atrás, hacia el
pasado, hacia lo que fue. Y así, sin término, devanando la madeja de nuestro destino,
deshaciendo todo el infinito que en una eternidad nos ha hecho, caminando a la nada,
sin llegar nunca a ella, pues que ella nunca fue.
II.
Mientras Augusto y Víctor sostenían esta conversación nivolesca, yo, el autor de
esta nivola, que tienes, lector, en la mano y estás leyendo, me sonreía enigmáticamente
al ver que mis nivolescos personajes estaban abogando por mí y justificando mis
procedimientos, y me decía a mí mismo: «¡Cuán lejos estarán estos infelices de pensar
que no están haciendo otra cosa que tratar de justificar lo que yo estoy haciendo con
ellos! Así cuando uno busca razones para justificarse no hace en rigor otra cosa que
justificar a Dios. Y yo soy el Dios de estos dos pobres diablos nivolescos.»
Noemí Alonso N2 AT